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Jueves 18 de Enero, 2018

"Felices aquellos que son capaces de ensuciarse las manos y trabajar para que otros vivan en paz"

 


Papa Francisco en Misa en el Parque O'Higgins

Se estima que alrededor de 400 mil personas asistieron a la masiva celebración que transformó la elipse en un gran templo.

A su llegada al parque, proveniente del Palacio de La Moneda donde recibió la bienvenida oficial de las autoridades nacionales, el Papa se subió al papamóvil y recorrió los caminos que unen las distintas zonas -llamadas parcelas- que ocupan los miles de feligreses. De esta manera culminó una alegre espera por su presencia, que se inició a las 2:00 horas de la madrugada, cuando se abrieron las puertas del recinto y los 400 mil peregrinos comenzaron a llenar los espacios previstos por los organizadores. Durante la noche hubo actividades de animación con canciones, vídeos testimoniales, reflexiones y oración.

La celebración de la Santa Misa se realizó con la asistencia de 700 sacerdotes y 80 obispos venidos de diferentes arquidiócesis, diócesis y obras de Chile y Argentina. Concelebrantes principales fueron, en esta ocasión, el card. Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago, y mons. Santiago Silva, Presidente de la Conferencia Episcopal chilena.

Homilía del papa Francisco

Al comentar el evangelio de las Bienaventuranzas, el Pontífice subrayó que la primera actitud de Jesús es ver, es mirar el rostro de los suyos. "Esos rostros ponen en movimiento el amor visceral de Dios. No fueron ideas o conceptos los que movieron a Jesús… son los rostros, son personas; es la vida que clama a la Vida que el Padre nos quiere transmitir".

Añadió el Papa que las bienaventuranzas "no nacen de una actitud pasiva frente a la realidad, ni tampoco pueden nacer de un espectador que se vuelve un triste autor de estadísticas de lo que acontece. No nacen de los profetas de desventuras que se contentan con sembrar desilusión. Tampoco de espejismos que nos prometen la felicidad con un «clic», en un abrir y cerrar de ojos. Por el contrario, las bienaventuranzas nacen del corazón compasivo de Jesús que se encuentra con el corazón de hombres y mujeres que quieren y anhelan una vida bendecida; de hombres y mujeres que saben de sufrimiento; que conocen el desconcierto y el dolor que se genera cuando «se te mueve el piso» o «se inundan los sueños» y el trabajo de toda una vida se viene abajo; pero más saben de tesón y de lucha para salir adelante; más saben de reconstrucción y de volver a empezar".

Y evocando los desastres naturales que han afectado a nuestro pueblo, expresó: "¡Cuánto conoce el corazón chileno de reconstrucciones y de volver a empezar; cuánto conocen ustedes de levantarse después de tantos derrumbes! ¡A ese corazón apela Jesús; para ese corazón son las bienaventuranzas!"

Añadió el Pontífice que las bienaventuranzas no nacen de actitudes criticonas ni de la «palabrería barata» de aquellos que creen saberlo todo pero no se quieren comprometer con nada ni con nadie, y terminan así bloqueando toda posibilidad de generar procesos de transformación y reconstrucción en nuestras comunidades, en nuestras vidas. Las bienaventuranzas nacen del corazón misericordioso que no se cansa de esperar. Y experimenta que la esperanza «es el nuevo día, la extirpación de una inmovilidad, el sacudimiento de una postración negativa» (cita del poeta Pablo Neruda, El habitante y su esperanza, 5).

Extirpar la inmovilidad paralizante

Más adelante, el Papa explícito que Jesús, "al decirle bienaventurado al pobre, al que ha llorado, al afligido, al paciente, al que ha perdonado... viene a extirpar la inmovilidad paralizante del que cree que las cosas no pueden cambiar, del que ha dejado de creer en el poder transformador de Dios Padre y en sus hermanos, especialmente en sus hermanos más frágiles, en sus hermanos descartados". 

"Jesús, al proclamar las bienaventuranzas viene a sacudir esa postración negativa llamada resignación que nos hace creer que se puede vivir mejor si nos escapamos de los problemas, si huimos de los demás; si nos escondemos o encerramos en nuestras comodidades, si nos adormecemos en un consumismo tranquilizante (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2). Esa resignación que nos lleva a aislarnos de todos, a dividirnos, separarnos; a hacernos los ciegos frente a la vida y al sufrimiento de los otros", señaló.

Agregó que las bienaventuranzas son "ese nuevo día para todos aquellos que siguen apostando al futuro, que siguen soñando, que siguen dejándose tocar e impulsar por el Espíritu de Dios".

"Frente a la resignación que como un murmullo grosero socava nuestros lazos vitales y nos divide, Jesús nos dice: bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación. Felices aquellos que son capaces de ensuciarse las manos y trabajar para que otros vivan en paz. Felices aquellos que se esfuerzan por no sembrar división. De esta manera, la bienaventuranza nos hace artífices de paz; nos invita a comprometernos para que el espíritu de la reconciliación gane espacio entre nosotros. ¿Quieres dicha? ¿Quieres felicidad? Felices los que trabajan para que otros puedan tener una vida dichosa. ¿Quieres paz?, trabaja por la paz".

Luego el Papa evocó al cardenal Raúl Silva Henríquez, a quien calificó como "ese gran pastor que tuvo Santiago cuando en un Te Deum decía: «“Si quieres la paz, trabaja por la justicia” … Y si alguien nos pregunta: “¿qué es la justicia?” o si acaso consiste solamente en “no robar”, le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado como hombre»".

Francisco llamó a sembrar la paz a golpe de proximidad y de vecindad. "A golpe de salir de casa y mirar rostros, de ir al encuentro de aquel que lo está pasando mal, que no ha sido tratado como persona, como un digno hijo de esta tierra. Esta es la única manera que tenemos de tejer un futuro de paz, de volver a hilar una realidad que se puede deshilachar". Citando a san Alberto Hurtado, recordó que «Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien».

Antes de la oración de los fieles, el Papa Francisco coronó la imagen de la Virgen del Carmen, reina y madre de Chile.

Después de la comunión, el arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, agradeció al Santo Padre su visita a la ciudad y evocó la beatificación de Santa Teresa de Los Andes ocurrida en el mismo Parque OHiggins en 1987. "Le damos gracias, para Francisco, porque de sus labios hemos escuchado la voz de Jesús (Mi paz les dejo), y porque en un gesto de fraternidad nos ha invitado a hacernos don de esa misma paz", dijo el purpurado.

La actividad cuenta con la participación de un gran coro compuesto por 550 músicos, entre voces e instrumentos, laicos y consagrados. Gran parte de dicho conjunto está integrado por alumnos de la Fundación Educativa Nocedal, que tiene presencia en colegios de La Pintana y Puente Alto.

El altar del Parque OHiggins, que destaca por una gran cruz elevada sobre el altar principal, fue realizado por el arquitecto Ignacio Díaz y fue construido con material desmontable que podrá reutilizarse como en mediaguas y otras obras, siguiendo con la idea dar al viaje un carácter sustentable.

Una vez terminada la misa, el Papa se traslada en auto cerrado hasta la sede de la Nunciatura Apostólica en la comuna de Providencia. 

Tres personas, tres testimonios

Guillermo San Martín llegó de Isla de Maipo a ver al Papa para reafirmar más fuertemente su fe en Dios,. Tuvo una dura experiencia de vida personal con un hijo, “él estuvo con muerte cerebral producto de un derrame, salió de un coma de 60 días y aquí está conmigo y vino a ver al Papa” cuenta. 
Dice que lo que espera que deje esta visita “es que la familia chilena vuelva a ser la familia unida que alguna vez fue, que ya no haya más diferencias, y seamos todos iguales. Lo que más quiero es que se cumpla el compromiso que tiene Chile y el mundo entero con la mujer”.

Ruth Jorquera de la Parroquia San Joaquín de Renca. A las 5 de la tarde de ayer lunes llegó con su grupo a la Alameda con Portugal y de ahí se trasladaron el Parque. Estuvieron toda la noche soportando el frío, pero dice que valió la pena porque espera un mensaje que le llene el alma, que la haga salir de su comodidad, y el solo verlo el día antes le dio esperanza, “mucha esperanza”, enfatiza. 

Caroline Ramírez es voluntaria. Es de la comuna de Independencia, tiene 19 años y es peruana. Llegó chiquita a Chile, hace 14 años. Ella dice que es voluntaria porque quería vivir una experiencia diferente, “es la primera gran experiencia religiosa que vivo, y quería compartirlas con mis compañeros, más que todo.”. Ha podido ver al Papa, y para ella han sido gratificantes también las experiencias de las personas, cómo los llena de emoción ver a Francisco.

Caroline espera que el mensaje que trae el Papa puede cambiar a muchos, valora el uso de hace de las redes sociales porque dice, “los jóvenes somos de redes sociales”. Confiesa que espera el encuentro con los jóvenes en el Santuario de Maipú, porque siente que los va a ayudar mucho. 

Fuente: www.iglesia.cl

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