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Jueves 23 de Junio, 2016

“Cristo dijo: Tuve hambre y me diste de comer. Tuve frió y me abrigaste. Tuve sed y me diste de beber”

 


Juan Pablo Figueroa, miembro de la Parroquia, nos cuenta sobre su experiencia de voluntariado

Vive hace más de 10 años en Vitacura y siempre ha asistido a la Parroquia Inmaculada Concepción de Vitacura, pero participa en forma más activa en ella desde hace tres años como Ministro de Comunión por la Parroquia. 

Hace 5 años que forma parte del Movimiento Apostólico Manquehue en donde tiene una comunidad y ha podido vivir su vocación de acompañar al que sufre que ha tenido desde siempre. Por algo estudió medicina y lo ejerció hasta jubilarse. Para él, el estar cerca de las personas que sienten dolor es, como él dice “un mandato divino que nos dejó el Señor”.

Como parte de su acción caritativa, Juan Pablo visita semanalmente la Casa de Acogida San Francisca Romana, que pertenece al Movimiento Apostólico Manquehue. Ella acoge a mujeres que sufren violencia intrafamiliar y a sus hijos. En la casa ellas pueden dormir, comer y ducharse, además de recibir apoyo y mucho amor. La obra es financiada en forma completa por los miembros del movimiento y en el caso de la comunidad de Juan Pablo, es la leche lo que tienen que proporcionar.

En las visitas se les prepara el desayuno y, sobre todo, se conversa con ellas, se les acompaña y escucha. La motivación de Juan Pablo para realizar este apostolado es clara y tiene que ver con seguir los pasos de Jesús: “Cristo dijo: Tuve hambre y me diste de comer. Tuve frio y me abrigaste. Tuve sed y me diste de beber”.

Además que cada vez que va se sorprende del amor que entregan las mujeres que se acogen en la casa. “No deja de llamarme la atención el cariño. Son todas mujeres de calle que no tienen donde dormir ni dinero para alimentarse y es mucho lo que te entregan. Nos da una inmensa satisfacción espiritual”.

En este Año de la Misericordia, el Papa Francisco nos ha llamado a realizar obras corporales de misericordia, a atender a los que más nos necesitan y, con mucho amor y caridad, abrazarlos en su amor.

¡Vivamos esta experiencia de encontrarnos con Cristo en el que más sufre!




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