Noticias
Viernes 17 de Abril, 2020

Reflexión para la familia en tiempos de coronavirus: Peregrinos del mundo, camino hacia el cielo

 


San Cipriano de Cartago (200-258) “Tratado sobre la peste”

2.5) PEREGRINOS DEL MUNDO, CAMINO HACIA EL CIELO:

“El que ha de venir a sentarse con Cristo, y a gozar la claridad del Reino de los cielos, no debe llorar ni lamentarse; alegrarse debe por su partida, contando con fe la verdaderas promesas del Señor. Así sabemos que Henóc, dice: «Henóc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó» (Gn.5,24). El haber agradado a Dios le valió que fuese arrebatado de este siglo corrompido. El mismo Espíritu Santo nos enseña por boca de Salomón, que los que de este modo agradan a Dios, son libertados y llevados más temprano de este mundo, no sea que deteniéndose más tiempo en él, se les pegue su contagio: «Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia o el engaño sedujera su alma; pués la fascinación del mal empaña el bien y los vaivenes de la concupiscencia corrompen el espíritu ingenuo. Alcanzando en breve la perfección llenó largos años. Su alma era del agrado del Señor, por eso se apresuró a sacarle de entre la maldad» (Sb.4,11-14). A este tenor, un alma devota para con Dios, fervorosa y de viva fe, se apresura para ir hacia Él, como dice el Salmo al exclamar: «¡Qué amables son tus moradas ¡oh Señor! Anhela mi alma y languidece tras los atrios del Señor, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo» (Sal 83,2-4).

Querer detenerse en el mundo mucho tiempo, solo es para aquel, que el mundo lo tiene embelezado, a quien los halagos engañosos del siglo y los atractivos de las delicias de este siglo lo tienen encantado. Cuando el mundo aborrece a un cristiano, ¿por qué razón amarás al que te aborrece? ¿Por qué no seguir antes a Jesucristo que te ama y te ha rescatado? San Juan clama en una de sus cartas, y nos exhorta a que no amemos el mundo yendo tras los carnales deseos: «No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y las jactancias de las riquezas, no vienen del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quién cumple la voluntad de Dios permanece para siempre» (1Jn.2,15-17). Lejos pues, de amar al mundo, estemos aparejados, carísimos hermanos con la mayor entereza de corazón, con una robusta fe y con una virtud animosa a todo lo que Dios quiera hacer de nosotros, y sin tener miedo a la muerte, solo pensemos en la inmortalidad que le sigue.

Acreditemos con hechos lo que somos por la fe, sin lamentarnos de la muerte de nuestros amigos, y vayámonos gustosos hacia el Señor cuando Él quiera… Sobre todo ahora ante tantos males que sobreviene al mundo y aún serán mayores las amenazas que vendrán. Llenémos de dicha de salir lo antes posible de aquí… ¡Ay el mundo bambolea, y va a acabarse más que por su vejez, por haber llegado a su fatal término! Y con todo, no agradeces a Dios, ni te das por feliz de que la muerte te libre del tiempo de ruinas, naufragios y otros desastres que ya están encima.

Consideremos queridos hermanos y acordémonos que ya hemos renunciado al mundo y lo que hay en él, y que solo vivimos aquí como huéspedes y peregrinos… ¿Quién habrá que hallándose en regiones lejanas no se apresure a volver a su patria? ¿Quién estando para embarcarse con destino a ver a los suyos, no desearía soplen vientos favorables para llegar cuanto antes a abrazarlos? El paraíso es nuestra patria, los patriarcas nuestros padres; pues ¿cómo no corremos y volamos hacia nuestra patria para saludar a nuestros padres? Allí nos aguarda un gran número de nuestros amigos, allí nos espera el crecido y copioso tropel de padres, hijos, hermanos, seguros ya de su salvación, pero cuidadosos todavía de la nuestra.

¡Qué alegría la suya y la nuestra de vernos todos juntos y darnos de abrazos! ¡Que delicia vivir eternamente en el Reino de los cielos sin ningun miedo a la muerte! ¡Oh cuán grande y perpetua felicidad aquella! Allí veremos al ilustre coro de los apóstoles, allí la turba de los regocijados profetas, allí el gran número de los mártires victorioso de la muerte y los tormentos. Allí las triunfadoras vírgenes, que con su fortaleza y continencia rindieron a todos los apetitos de la carne, allí en fin, los misericordiosos, que con sus limosnas hicieron obras de justicia, y guardando los preceptos del Señor, depositaron sus bienes en favor de los pobres. Vayamos tras ellos, carísimos hermanos, ni tengamos otros deseo que juntarnos con ellos, gozar de su compañía y presentarnos delante de Cristo Resucitado. Que Él mismo vea nuestros fervoroso pensamientos y deseos, pues cuanto más grandes sean, tanto mayor serán los premios.

PARA CONVERSAR EN FAMILIA:

  • ¿Le agradará a Dios lo que he hecho con mi vida?

  • ¿Amo a Dios por encima del mundo y lo que hay en él?

  • ¿Te sabes ciudadano del cielo y no del suelo?

 




Av Vitacura 3729, Vitacura, Región Metropolitana
Teléfono: 22 208 1730
E-mail: secretariapinmaculada@iglesia.cl