Tweet |
|
Domingo 7 de septiembre de 2025, Tiempo Ordinario
Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Palabra del Señor
Te invitamos a meditar la Palabra con la guía de fray Bernardo Sastre Zamora (O.P.) del Convento de San Esteban, Salamanca, España.
La sabiduría de Dios es un don indispensable para ordenar la vida cristiana según el amor divino. No se alcanza solo con esfuerzo humano, pues nuestra mente es limitada y condicionada por lo terrenal; requiere la acción del Espíritu, que nos conduce por un camino de gozo y vida. Seguir a Cristo implica discernir, como quien calcula antes de una obra o batalla, si estamos dispuestos a renunciar a todo lo que se oponga a Él. Este compromiso exige una lucha interior, pero conduce a la amistad con Jesús y a la paz del cielo. El Salmo 89 recuerda que, ante la fragilidad humana, Dios es refugio eterno. Aunque la vida sea breve, su misericordia perdura y da sentido y esperanza, sosteniendo al creyente en toda circunstancia. En la carta a Filemón, Pablo muestra que el amor cristiano transforma las relaciones: Onésimo, antes esclavo, ahora es hermano en Cristo.
La fe disuelve barreras y renueva actitudes, construyendo comunidades basadas en respeto e igualdad. El discipulado se compara con una torre y una batalla. Construir implica perseverancia y renuncia; luchar supone enfrentar egoísmo, miedo y tentación. La victoria no sigue criterios mundanos: puede implicar perder bienes o la vida, pero está asegurada en el Resucitado. La gloria del discípulo es participar de la vida y misión de Cristo, en sus momentos de luz y de cruz, con la certeza de que la victoria final, la vida eterna, ya nos ha sido dada por adelantado.
Fuente: Dominicos.org
Av Vitacura 3729, Vitacura, Región Metropolitana
Teléfono: 22 208 1730
E-mail: secretariapinmaculada@iglesia.cl