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Domingo 21 de diciembre, IV de Adviento
Éste fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”.
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Palabra del Señor
Te invitamos a meditar la Palabra con la guía de Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P. del Convento de Santo Domingo (Caleruega):
Nos encontramos en la última semana del Adviento que apunta de lleno a una de las celebraciones que vertebran y dan sentido a nuestra fe cristiana: la Natividad del Señor. Un Misterio realmente sorprendente para toda la humanidad: Dios mismo se humaniza, la misericordia de Dios toca la tierra.
De alguna manera lo expresamos en el rezo del «Ángelus»: El Verbo de Dios se hizo carne y acampó entre nosotros. El amor de Dios ha venido a instalarse entre la humanidad.
Las lecturas de hoy presentan unos contextos que nos resultan realmente conocidos, ya que, ponen a prueba la fe de dos personajes que están luchando contra las incertidumbres personales que les genera la vida. Interrogantes que nos muestran que no lo dominamos ni lo conocemos todo. Situaciones límite que nos sobrepasan. Problemas que hacen que se nos remueva todo por dentro y nos dejan a la intemperie sin saber qué camino tomar.
En la figura del rey Acaz y de José se nos va a plantear el dilema de la fe. Creer en el Señor y conjugarlo con la lucha de cómo se hace vida la fe en nuestra historia personal.
Un buen ejercicio sería el cambiar el nombre de estos personajes y poner el nuestro para tratar de comprender el horizonte al que se enfrenta la fe, con pruebas, incertidumbres, oscuridades. La confianza y saber esperar en el Señor no es nada fácil para el creyente.
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