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Publicada: Domingo 09 de Noviembre, 2025

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2, 13-22

 


Domingo 9 de noviembre, Tiempo Ordinario

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó las mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”.

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “El celo por tu Casa me consumirá”.

Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”.

Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y Tú lo vas a levantar en tres días?”

Pero Él se refería al templo de su cuerpo.

Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que Él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Palabra del Señor

 

Te invitamos a meditar la Palabra con Fray Carmelo Preciado Medrano (O.P.) del Convento de San Pablo y San Gregorio, Valladolid, España.

Si terrible fue ver a Jesús echando a los mercaderes también lo fueron sus palabras…: “no convirtáis en mercado la casa de mi Padre”. Hoy podemos decir que tenemos conciencia del alcance del gesto y de las palabras de Cristo. Y cómo el agua que va manando del Templo va dando vida a todo con abundancia y su visión se convierte en un río de agua viva que lleva hasta la vida eterna.

Y Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto, nos habla de que, como creyentes debemos ser colaboradores de Dios para la edificación de su iglesia siendo Jesucristo el único fundamento sobre el que se debe construir. Pero esos creyentes, nosotros, son templo de Dios donde mora el Espíritu. Y ahí está la Iglesia…

Pero debemos tener en cuenta que la Iglesia es comunión de los fieles cristianos que vivimos el mismo Evangelio de Jesús, por encima de tantos intereses como surgen en las iglesias particulares.

Las pequeñas diferencias no nos pueden hacer decir: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo ¿Está dividido Cristo?” (1 Cor 1,12). Nosotros sí estamos divididos.

Las diferencias, lejos de ser motivo de distanciamiento, debieran ser una riqueza y un estímulo, una ocasión de buscar la mutua emulación en el bien.

Sí, es cierto que los creyentes nos reunimos para orar en edificios de piedra. Pero hay templos más importantes, y sin ellos el de piedra no tendría ningún sentido ni valor. Ya hemos recordado a la samaritana, a quien Jesús dice que siendo todos nosotros “templos del Espíritu” lo que importa es adorar al Padre en espíritu y verdad. Actitudes fundamentales para relacionarnos con Dios.


Fuente: Dominicos.org 

 




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