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Domingo 6 de julio, Tiempo ordinario
El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!” Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: “¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca”. Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad”.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.
Palabra del Señor
Te invitamos a meditar este Evangelio con un extracto de la reflexión de Fray Julián de Cos Pérez de Camino, del Real Convento de Predicadores, Valencia, España:
Ciertamente, no es fácil alcanzar la verdadera paz que procede de Dios. Pues para lograrla Dios nos pide que renunciemos a todo aquello que nos aleja de Él. Y, sobre todo, nos pide que nos sacrifiquemos por los demás. Y eso es muy duro. No en vano se trata del camino de la cruz, del cual nos habla san Pablo. Nos dice: «La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma» (Gal 6,16), haciendo referencia a «la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo» (Gal 6,14).
Es la gran paradoja de la espiritualidad cristiana: quien se busca a sí mismo, y su propia paz, se pierde, porque no haya más que eso, su propia paz. Pero quien se niega a sí mismo y acepta seguir el duro camino del Evangelio, entonces encuentra la paz de Dios. Ésta es una experiencia tan grande, nos hace sentir tan bien, que, como ya hemos comentado, a Isaías le recuerda al cariño de su madre, cuando él era pequeño.
En definitiva, las lecturas de hoy nos animan a vivir el Evangelio en la vida cotidiana, en nuestro hogar y en los hogares que visitemos. Como hicieron los setenta y dos discípulos, siguiendo el mandato de Jesús, compartamos con otros la paz que Dios nos transmite en lo hondo de nuestro corazón. Solo así seremos realmente felices y, sobre todo, haremos felices a los demás.
Fuente: Dominicos.org
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