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Jueves 19 de Enero, 2017

San Francisco de Sales, el Doctor de la amabilidad

 


Festividad 24 de enero

San Francisco de Sales (Sales, Saboya, 21 de agosto de 1567 - Lyon, 28 de diciembre de 1622) fue un santo y obispo de Ginebra. Tiene el título de Doctor de la Iglesia, es titular y patrono de la Familia Salesiana (fundada por Don Bosco).

El valor permanente y la popularidad de sus escritos llevó a la Iglesia a concederle el título de Patrono de Escritores y Periodistas Católicos.

Francisco aceptó en su casa a un joven con dificultad de audición y creó un lenguaje de símbolos para posibilitar la comunicación. Esa obra de caridad condujo a la Iglesia a darle otro título, el de Patrono de los de Difícil Audición.

Los años convulsionados en Francia, después de la Reforma Protestante, formaron el fondo de la vida de Francisco de Sales.

En su armoniosa juventud, reflexionando sobre el pensamiento de san Agustín y de santo Tomás de Aquino, tuvo una profunda crisis que lo indujo a interrogarse sobre su salvación eterna y sobre la predestinación de Dios con respecto a sí mismo, sufriendo como verdadero drama espiritual las principales cuestiones teológicas de su tiempo. Oraba intensamente, pero la duda lo atormentó de tal manera que durante varias semanas casi no logró comer ni dormir bien. En el culmen de la prueba, fue a la iglesia de los dominicos en París y, abriendo su corazón, rezó de esta manera: «Cualquier cosa que suceda, Señor, tú que tienes todo en tu mano, y cuyos caminos son justicia y verdad; cualquier cosa que tu hayas decidido para mí...; tú que eres siempre juez justo y Padre misericordioso, yo te amaré, Señor (...), te amaré aquí, oh Dios mío, y esperaré siempre en tu misericordia, y repetiré siempre tu alabanza... ¡Oh Señor Jesús, tú serás siempre mi esperanza y mi salvación en la tierra de los vivos!». A sus veinte años Francisco encontró la paz en la realidad radical y liberadora del amor de Dios: amarlo sin pedir nada a cambio y confiar en el amor divino; no preguntar más qué hará Dios conmigo: yo sencillamente lo amo, independientemente de lo que me dé o no me dé. Así encontró la paz y la cuestión de la predestinación —sobre la que se discutía en ese tiempo— se resolvió, porque él no buscaba más de lo que podía recibir de Dios; sencillamente lo amaba, se abandonaba a su bondad. Este fue el secreto de su vida, que se reflejará en su obra más importante: el Tratado del amor de Dios.

Venciendo la resistencia de su padre, Francisco siguió la llamada del Señor y, el 18 de diciembre de 1593, fue ordenado sacerdote. Sus inicios como sacerdote los ejerció en medio de los pobres.

En 1602 se convirtió en obispo de Ginebra, en un período en el que la ciudad era el bastión del calvinismo, tanto que la sede episcopal se encontraba «en exilio» en Annecy.  A partir de ese momento, ejerció el sacerdocio con bastante trabajo y dedicación. Tomó como ejemplos de vida a san Francisco de Asís y a san Felipe Neri con lo que desarrolla una personalidad alegre, paciente y optimista.  Su estilo de vida y carácter cobraron mayor fama ya que se reveló como un gran organizador de su diócesis, llevando una vida austera y con suma preocupación por los pobres y por la formación de sus feligreses. Por ello empezó a escribir libros de manera sencilla que gustaron a todos.

Cada mañana hacía el examen de provisión, que consiste en ver que trabajos, que personas o actividades iba a realizar en ese día, y planear como iba a comportarse ante ellos. A mediodía visitaba al Santísimo Sacramento y hacía el examen particular. Examinando su defecto dominante y viendo si había actuado con la virtud contraria a Él.  Durante 19 años su examen particular será acerca del mal genio, de aquel defecto tan fuerte que era su inclinación a encolerizarse.

Ninguno de sus días pasaba sin meditación. Aunque fuese por media hora,  se dedicaba a pensar en los favores recibidos por el Señor, en las grandezas de Dios, en las verdades de la Biblia o en los ejemplos de los santos.

Cada noche antes de acostarse hacía el Examen del día. Decía “Recordaré si empecé mi jornada encomendándome a Dios. 

Para el santo hay dos elementos en la vida espiritual: Primero una lucha contra nuestra naturaleza inferior; segundo, la unión de nuestras voluntades con Dios; en otras palabras, penitencia y amor.

San Francisco de Sales mira principalmente hacia el amor. No quiere decir que descuida la penitencia, la cual es absolutamente necesaria, sino que desea que ella sea practicada a partir de una motivación amorosa. Requiere la mortificación de los sentidos, pero se apoya ante todo en la mortificación de la mente, de la voluntad y del corazón. Él requiere que esta mortificación interior sea incesante y esté siempre acompañada del amor. 

Es considerado el Santo de la Amabilidad.  Asimismo, hacía una llamada a los laicos a la consagración de las cosas temporales y  el esmero por la santificación de lo cotidiano, en lo que insistirá el concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo.

Su ideal era una humanidad reconciliada, en la sintonía entre acción en el mundo y oración, entre condición secular y búsqueda de la perfección, con la ayuda de la gracia de Dios que impregna lo humano y, sin destruirlo, lo purifica, elevándolo a las alturas divinas.

Después de una temporada atendiendo a las comunidades religiosas de su diócesis, fatigado por su gran labor apostólica, murió a los 55 años.

En 1665 fue canonizado por el papa Alejandro VII, fijando la Iglesia Católica su fiesta litúrgica el 24 de enero. En 1877 recibió el título de Doctor de la Iglesia por la eminencia de sus obras y por su vida ejemplar.

Obras más importantes:

“Tratado del amor de Dios”.

“Controversias”, que son los folletos que San Francisco repartía casa por casa en Chablais, tratando principalmente de refutar las ideas calvinistas, y resaltando la defensa de la primacía de Simón Pedro.

“Introducción a la vida devota”.

“Defensa del estandarte de la Cruz”.

Algunas Frases y Pensamientos

"No debemos corregir nunca dejándonos llevar por nuestros sentimientos, sino únicamente por nuestra caridad".

"Antes de juzgar al prójimo pongámoslo a él en nuestro lugar y a nosotros en el suyo, y a buen seguro que será entonces juicio recto y caritativo".

"Reprender a los demás es muy fácil, pero es muy difícil mirarse bien a sí mismo”.

"Un santo triste es un triste santo."

"La ciencia que sirve para hacernos orgullosos y que degenera en pedantería no vale más que para deshonrarnos."

"Ten paciencia con todo el mundo, pero sobre todo contigo mismo”.

“Esta es la regla de nuestra obediencia, que os escribo con letras mayúsculas: hacer todo por amor, nada por la fuerza, amar más la obediencia que temer la desobediencia. Os dejo el espíritu de libertad, ya no el que excluye la obediencia, pues esta es la libertad del mundo; sino el que excluye la violencia, el ansia y el escrúpulo”.

“Que la amabilidad sea siempre vuestra forma de comportaros”.

“Haz todas las cosas en nombre de Dios y lo harás todo bien.  Ya comas o bebas, trabajes o descanses, ganarás mucho a los ojos de Dios, al hacer todas esas cosas como El quiere que sean hechas”.

“Acontezca lo que sea, no te desanimes; asegúrate firmemente en Dios, mantente en paz, con confianza en su amor eterno por ti”.

Fuentes:
1. corazones.org

2. ACIprensa





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